Por Luis Felipe Sexto
Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Verdad artificial que pasamos a legitimizar sin mucha crítica. El mantenimiento no se escapa de esta debilidad humana y somos víctimas de aquellos entramados conceptuales torcidos y que algunos consideran parte de su patrimonio del “saber”.
En concreto, quisiera compartir la insostenibilidad de tres creencias arraigadas. Primeramente, todavía si usted pregunta a un grupo de personas, no importa si estudiantes o ya experimentados profesionales de la industria, ¿qué es mantenimiento?, la respuesta en la mayoría de la veces se inclina hacia “el conjunto de actividades que permiten que los equipos e instalaciones se mantengan funcionando para garantizar la producción”. También se agrega con frecuencia “al más bajo costo posible” y con mucha menos frecuencia se precisa “considerando los atributos de seguridad y salud y el respeto a las exigencias ambientales”.
Aparentemente, es posible estar de acuerdo con la idea si no fuera porque desde hace ya aproximadamente medio siglo que se descubrió y declaró que mantenimiento no debía mantener equipos ni sistemas, sino funciones, que evidentemente necesitan de uno o varios medios físicos para ser satisfechas al nivel de expectativa que se requiera.
En fin, qué le interesaría a usted realmente: ¿Mantener una línea de transmisión de alto voltaje o mantener la trasmisión de electricidad de un punto a otro? ¿Mantener una bomba de aceite o mantener el trasiego de aceite a uno o varios sitios de interés? ¿Mantener un transformador o mantener transformando la energía eléctrica de un voltaje a otro…? Sin dar vueltas al asunto lo más importante es planificar, controlar y mejorar las tares de mantenimiento que aseguran el cumplimiento de las funciones para obtener los resultados esperados de un proceso en determinado contexto. Si se mantienen las funciones querrá decir que se logra que los activos físicos involucrados tengan la capacidad para poder cumplirlas. En cambio, en el sentido opuesto no resulta lo mismo. Si usted mantiene activos físicos no asegurará que puedan cumplirse las funciones al nivel que se necesita (desempeño deseado), dado que ese enfoque se centra en el equipo y no en su rol dentro de un contexto operacional. Otra creencia desviada es la obsesión, compulsiva a veces, de intentar prevenir todos los fallos. Se conoce que de manera general la prevención cuesta mucho menos que la corrección, pero… No se trata de evitar los fallos per se, sino de evaluar si las consecuencias de cada fallo son o no admisibles para un proceso o una organización dada, y nuevamente bajo X contexto operacional. Existen fallos que ocurren en equipos particulares y sin embargo no se afectan las funciones del sistema en el que estaba inmerso. En este caso se habla de consecuencias no operacionales y podría ser que fuera tolerable, o hasta lo más sensato, permitir que ocurra el fallo y luego realizar la acción correctiva o sencillamente la corrección según proceda. Del mismo modo, los fallos podrían tener consecuencias preponderantemente operacionales y cabría aplicar igualmente la misma lógica en el análisis.
La tercera creencia a desterrar se encuentra en la respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué posibilidad de sobrevivir presenta un sistema si se le hace trabajar a un tiempo igual que el Tiempo Medio Entre Fallos (TMEF)? Las respuestas generalmente son variadas, estimándose valores que van desde 100% y hasta el 50% de probabilidad. La experiencia indica que si usted planifica las intervenciones “preventivas” considerando el TMEF (vamos a suponer que se trata de un valor confiable, bien seguido y calculado), lo más probable es que su sistema se encuentre en estado de fallo mucho antes de acercarse a ese valor. Resulta una realidad cotidiana este fenómeno y sin embargo se sigue intentado dar al TMEF propiedades que no tiene. Suponiendo que estamos en la etapa de vida útil de un sistema donde el fallo tiene una ocurrencia aleatoria y se acepta entonces la hipótesis de tasa de fallo constante, aplicando la fórmula para una distribución exponencial, descubriremos (un descubrimiento realizado millones de veces ya) que la probabilidad de trabajar libre de fallos para un tiempo de operación igual al TMEF es sólo de un 37%. Pero sin hacer cálculos, ¿cuántas veces sus sistemas han sobrevivido al valor del TMEF? Concluyo está nota con la síntesis de las tres ideas derivadas: - Mantenimiento NO mantiene activos, mantiene funciones.
- Los fallos no importan, lo importante son las consecuencias de los fallos.
- Usted no planifica fracasar pero fracasará al planificar, si concibe las intervenciones preventivas basándose en tiempos cercanos o iguales al valor del TMEF.
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Jhossett Rincon -