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Seguridad & Medio Ambiente

No te preocupes, si (¿)el seguro paga(?)

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COLISIÓN ENTRE PLATAFORMA Y POZO PETRÓLERO EN CAMPECHE

COLISIÓN ENTRE PLATAFORMA Y POZO PETRÓLERO EN CAMPECHE

 

HASTA EL MOMENTO RESULTAN 23 FALLECIDOS (AUNQUE OFICIALMENTE SÓLO SE HAN RECONOCIDO 21. PERITOS DE LA PROCURADURÍA DE JUSTICIA DE CAMPECHE REVELARON POR LA NOCHE DEL 27 DE OCTUBRE QUE OTROS DOS CUERPOS FUERON HALLADOS CERCA DE LA PLAYA). HAY ADEMÁS, DOS DESAPARECIDOS Y 63 TRABAJADORES RESCATADOS DEL ACCIDENTE OCURRIDO EL PASADO MARTES 23 DE OCTUBRE, DONDE COLISIONARON UNA PLATAFORMA PETRÓLERA CON UN POZO EN EL GOLFO DE MÉXICO, AMBAS AL SERVICIO DE PETRÓLEOS MEXICANOS (PEMEX).

  

El accidente catastrófico ocurrió en la Región Marina Sureste, a 32 kilómetros del puerto de Dos Bocas, Tabasco, y a 75 de Ciudad del Carmen, Campeche. La plataforma de perforación Usumacinta golpeó el pozo denominado Kab-101 y rompió algunas válvulas que causaron un derrame de aceite y gas. El choque ocurrió a consecuencia de rachas de viento de hasta 130 kilómetros por hora y olas de hasta ocho metros de altura que trajo consigo el frente frío número cuatro.

   

Inexplicablemente, el desastre ocurrió apenas a las 15:01 horas del 22 de octubre; sin embargo no es hasta la noche del 23 de octubre que la paraestatal petrolera PEMEX informó a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Emitió un comunicado del cual, al parecer, nadie se enteró. Tal conducta no es la primera vez que se manifiesta  por parte de los responsables ante  accidentes catastróficos.

 De acuerdo con los resultados de la necropsia la causa de muerte de los obreros fue “asfixia por inmersión”, no obstante, todos los cuerpos de los trabajadores tenían golpes en la cabeza, ya que al parecer se quitaron el cinturón de seguridad por temor de que la balsa se inundara.   

 

Algunos sobrevivientes narraron que la balsa chocó con una barcaza o con una plataforma petrolera, por eso quedó hecha pedazos y los obreros tuvieron que arrojarse al mar para intentar salvarse. Unos murieron ahogados porque estaban inconscientes y otros se salvaron porque sabían nadar.

  

Pescadores de Puerto Progreso, Yucatán, confirmaron que las mandarinas (botes sellados y con sistema de radar, como el de la foto, para salvaguardar las vidas de trabajadores petroleros) no son confiables.

  

Agrupaciones ecologistas advirtieron en Campeche sobre el colapso ecológico en la laguna de Términos, santuario de delfines, como consecuencia del derrame diario de más de 3 mil 500 barriles de petróleo crudo al mar debido a la fuga derivada de la plataforma petrolera Kab 101.

   

LA VERSIÓN OFICIAL DE PEMEX

   

La plataforma Usumacinta, contratada por PEMEX Exploración y Producción (PEP), “se encontraba realizando trabajos de interconexión del equipo para proceder a la perforación del pozo Kab-103 en la plataforma aligerada tipo Sea Pony Kab 101”.

  

Alrededor del mediodía del martes pasado se dejaron sentir en la sonda de Campeche los primeros efectos del frente frío número cuatro, con rachas de viento hasta de 130 kilómetros por hora, y olas de seis a ocho metros, que provocaron movimientos oscilatorios de la plataforma Usumacinta hasta que golpeó la parte superior del “árbol de válvulas”, con las subsecuentes fugas de gas y crudo.

  

A las 14:20 horas, el personal de PEMEX pudo cerrar las válvulas de seguridad de superficie de los pozos Kab-101 y Kab-121, así como la válvula mecánica de este último pozo. A las 15:35 horas la fuga de crudo iniciada en el Kab 101 “quedó sin control” y se procedió a evacuar inmediatamente al personal en los botes salvavidas de la plataforma Usumacinta, con apoyo del barco Morrison Tide, y tres embarcaciones adicionales se desplazaron a la zona para reforzar el rescate de los trabajadores, con apoyo de la Armada de México.

  

Por medio de un segundo comunicado de Pemex, emitido a las 15:01 horas del 24 de octubre, se informó que en el incidente, “un total de 81 personas que laboraban en la plataforma desalojaron la misma ante el riesgo de que se suscitara fuego. Posteriormente cinco marineros se incorporaron a las labores de rescate, sumando un total de 86 trabajadores los involucrados en el incidente”.

   

Jesús Reyes Heroles González Garza, director general de PEMEX, Reiteró que los procedimientos de evacuación fueron los que se estipulan en los manuales, pero la naturaleza los rebasó con olas de seis a ocho metros de altura. “La naturaleza pudo más que todos los procedimientos de seguridad”, pero se investiga si hubo algún incumplimiento. Aseveró que los trabajadores, con gran sentido de responsabilidad, hicieron su trabajo y evacuaron la plataforma, porque si se hubieran quedado habrían violado los procedimientos de seguridad.

   

PEMEX dio a conocer que un equipo de trabajadores de Pemex Exploración y Producción arribó a la plataforma Kab-101 para realizar la inspección de los pozos Kab-101 y Kab-121, con el propósito de poner en marcha el plan de trabajo para el control total de la fuga, principalmente de gas, una vez que las condiciones climatológicas lo permitan.

  

Los reportes derivados de la observación de los especialistas indican que el pozo Kab-101 se encuentra bajo control y la válvula de tormenta que se encuentra a 150 metros abajo del equipo opera satisfactoriamente.

    

LAS CONSECUENCIAS

  

El derrame lo provocó una fisura en el ducto de 30 pulgadas, ubicado en el tramo Nuevo Teapa-Salina Cruz, a causa de un golpe de ariete originado por un paro súbito en el equipo de bombeo.

  

La Secretaría de Marina calculó en al menos 10 mil barriles el combustible derramado de un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex); la mancha de crudo se extiende unos 50 kilómetros desde el punto de fuga hacia el arroyo Honduras, primero, y de ahí a los ríos Jaltepec, Coatzacoalcos y Chiquito, en Veracruz.

 

Javier Solís Hernández, secretario del ayuntamiento de Jesús Carranza, explicó que es tal la contaminación en el arroyo Honduras, de cuatro kilómetros por seis de ancho, que metes una cubeta y no sacas agua, sino puro petróleo. “La nata de aceite es de 30 centímetros de espesor”, precisó.

  

La contaminación de ese arroyo, el principal afluente del río Jaltepec, ha causado graves daños a la fauna marina, al sector ganadero y a más de 14 mil personas que utilizan el agua para consumo doméstico, la mitad de ellas en la cabecera municipal.

Más de 8 mil habitantes de 20 comunidades ejidales ribereñas al Jaltepec padecen náuseas y dolores de cabeza por el olor a petróleo. El jueves, dijo, murieron cinco reses, en tanto los 120 integrantes de dos cooperativas de pescadores ribereños se manifestaron frente al palacio municipal.   

 

OTROS ACCIDENTES EN LO VA DE AÑO

  

los siniestros ocurridos en instalaciones de PEMEX durante el 2007, cronológicamente son los siguientes, según el senador Sebastian Calderón:

  

1-El 17 de octubre de 2006 se originó una explosión en el buque tanque Quetzalcóatl, atracado en la terminal marítima Pajaritos, donde perdieron la vida ocho personas y nueve resultaron heridas. El Ministerio Público del fuero común determinó en sus conclusiones que hubo omisión y negligencia, informó Calderón Centeno.

  

2-El 20 de mayo de 2007 un accidente de trabajo en plataformas generó la pérdida de la vida de dos trabajadores, y dos resultaron heridos, percance que tuvo lugar en el equipo de perforación instalado en una de las plataformas.

  

3-Un accidente más ocurrió el viernes 5 de octubre pasado, en el que falleció un trabajador en el área de plataformas de la sonda de Campeche, sin que se tuviera conocimiento de las causas, “pero por información extraoficial se sabe que el trabajador falleció por intoxicación”.

  

4-Tres días después, el 8 de octubre, “apareció en diversos diarios de circulación nacional que tres trabajadores de la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos fallecieron por intoxicación y dos más fueron hospitalizados, luego de que inhalaran gas mientras realizaban labores de limpieza en el gasoducto de Potrero del Llano-Naranjo, en el municipio de Álamo, Veracruz”.

5-El accidente más reciente, según la relación presentada por el senador panista, había ocurrido el 11 de octubre pasado a las 19:14 horas, a causa de un incendio en el cuarto de máquinas de la embarcación Seba’an, con dotación de ocho tripulantes, propiedad de la compañía naviera Oceanografía, rentada a Petróleos Mexicanos, la cual trasladaba a 168 trabajadores de las empresas Cotejar y MMM, desde ciudad del Carmen, a las diferentes plataformas marinas en la Sonda de Campeche. En este accidente falleció un trabajador “y gracias al profesionalismo y la oportuna decisión del capitán, fueron rescatados 173 obreros y tripulantes”.    

EN LA FOTO UNA DE LAS lanchas salvavidas, denominadas mandarinas, destrozada en una playa del Golfo de México.

Fuente: La Jornada http://www.jornada.unam.mx

 

CATÁSTROFES. NI TAN INESPERADAS, NI TAN INEVITABLES

CATÁSTROFES. NI TAN INESPERADAS, NI TAN INEVITABLES

Por Luis Felipe Sexto  

Transcurría un día apacible del año 27 de nuestra era.  Más de 50 000   personas confluían para observar el espectáculo que tendría lugar en el nuevo anfiteatro de Fidias. Se trataba de un combate entre gladiadores. El anfiteatro, un enorme edificio de madera, parecía majestuoso y eterno.  La gente aglomerada  esperaba ansiosa.  ¡Por fin el comienzo!  El viejo ritual etrusco, que los romanos copiaron, se iniciaba.  La exaltación, los gritos, la emotividad, impidieron que el desplazamiento se advirtiera.  Un segundo después, era inevitable la pérdida de estabilidad del edificio: se vino abajo y sepultó a cientos de personas.  Al decir del historiador Cornelio Tácito “la catástrofe inesperada tuvo más víctimas que una guerra sangrienta”.  El Senado Romano concluyó que las causas del desastre se debieron al incumplimiento de las leyes de construcción y la insuficiente investigación de la fiabilidad del suelo.  

No han sido pocos los hechos de semejante naturaleza que ha sufrido la humanidad.  Por el contrario, han sucedido de manera continua, incluso hasta hoy día.  ¿Las razones? Muy variadas.  Pero un número importante de fallas catastróficas  — en obras hechas por el hombre— ocurrió por la falta de previsión, la irresponsabilidad y los errores de diseño.  No se trata de culpar a los proyectistas o ingenieros desconocedores, en su época, de las leyes que regían la dinámica de los sistemas; sino de alertar sobre aquellos que conociendo dichas leyes no fueron o no son consecuentes con ellas, ya sea por subestimación o falta de dominio. Y es que en ambos casos da igual, pues tanto social como profesionalmente cualquiera de las dos manifestaciones son inadmisibles y casi siempre cuestan vidas y daños materiales severos.  Ejemplos existen varios. 

En marzo de 1938, inesperadamente se derrumbó el puente soldado sobre el canal Alberto en Bélgica.  También, el 7 de noviembre de 1940 se destruyó espectacularmente el puente del estrecho de Tacoma en Estados Unidos.  Y en 1962 cayó el puente Real en Melbourne, Australia.  Las investigaciones arrojaron, en los tres hechos, que el origen de las catástrofes residía en  errores de proyección. Especial significación tuvo el desastre del puente de Tacoma. Este caso trascendió por su carácter sui generis, al ser considerada la mayor calamidad en la historia de la construcción de puentes en Estados Unidos. Tuvo el privilegio de que se filmara su destrucción y la suerte de no provocar víctimas humanas.  El puente, recién construido, presentaba mucha sensibilidad al viento que al batirlo producía  vibraciones con amplitudes de hasta un metro y medio (¡!). 

Calculado para una carga estática generada por un empuje de 180 Km/h, el Tacoma comenzó a sufrir oscilaciones de flexión y torsión de inusitada amplitud, cuando el viento mantenía una velocidad promedio de sólo 70 km/h.  Después de vibrar durante una hora, se deshizo, ahogándose así,  en el mismo año de su fabricación el tercer puente mayor de la época. ¿Pero cuál podría ser la razón, si la velocidad del viento constituía  solamente el 40% de lo que, por diseño, soportaba? Sencillamente, todo ocurrió por haberse omitido el necesario cálculo que prevé la resistencia al influjo de fuerzas variables.   

En efecto, impredecibles daños provocan los errores de cálculo.  Pero el resultado podría ser muchas veces más nefasto, si a ellos se les unen las insuficiencias en la explotación.  Nunca se insistirá demasiado en la importancia que tiene el mantenimiento y la correcta operación en el uso y la seguridad de las obras civiles e industriales. En nuestros tiempos de avance impetuoso de la ciencia y la tecnología, de la era nuclear, de la conquista del cosmos, un error de diseño o explotación podría significar una catástrofe con mayúsculas, implicando incluso al medio ambiente.  Algo así ya vivió el mundo en la madrugada del 26 de abril de 1986, cuando se averió seriamente el bloque energético número cuatro de la Central Electronuclear de Chernobil, Ucrania.  La explosión ocurrió a la una y veintitrés  minutos de la madrugada. Con anterioridad se habían producido desperfectos que requerían detener el reactor, pero nadie tomó esa decisión.  Indagaciones posteriores determinaron que la causa inmediata del accidente radicó en el incorrecto trabajo del personal de Operaciones.

Sin embargo, las causas de fondo y definitivas fueron las serias insuficiencias en el diseño. La potencia del reactor resultó ser en la práctica muy superior a lo previsto. El mayor accidente ocurrido en una electronuclear causó graves daños a la población y al medio ambiente, y fue necesario poner en juego millonarios recursos para controlar la energía desbordada. Los resultados de la investigación manifestaron que el desastre resultó consecuencia de errores de concepción, explotación y construcción. Los reactores de la planta de Chernobil no cumplían ni siquiera con las normas de seguridad existentes en el país.  Todo dependía de la estricta observancia de los parámetros de operación y mantenimiento.  Pero indudablemente, no es posible estar de acuerdo en asumir un riesgo semejante cuando las consecuencias de un fallo pudieran ser devastadoras.  

El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger estalló con siete astronautas a bordo al minuto de haber despegado. ¿La causa inmediata? El recalentamiento en unas juntas de gomas que portaban los cohetes auxiliares. Estas se incendiaron y la llama atravesó el tanque de combustible. El accidente silenció los vuelos espaciales norteamericanos por dos años. Este accidente sobresale por ser el fracaso más dramático de  la Agencia Espacial de Estados Unidos (NASA) y de su programa.

Sin embargo, otra desgracia análoga ocurrió recientemente, el primero de febrero del 2003, cuando el transbordador espacial Columbia se desintegró con sus siete tripulantes unos minutos antes de aterrizar en Cabo Cañaveral. La NASA había considerado retirar del servicio al Columbia, en el 2001. Decidió mantenerlo en activo para cumplir con su programa de misiones. Este transbordador era el más viejo de la flota y ya había sufrido varios problemas de ingeniería. Está vez la NASA anunció que el Programa Espacial no se interrumpiría (¿?).

La plataforma petrolera más grande del mundo yace hundida a más de 1 340 metros bajo la superficie del mar. El suceso aconteció el 20 de marzo de 2001 a 126 kilómetros de la costa de Macaé, Brasil. Tres explosiones ocurrieron antes que la P-36 perdiera la estabilidad y 350 millones de dólares fueran a parar al fondo marino. El desastre ocasionó la muerte violenta de diez trabajadores y el derrame de cerca de 93 000 galones de aceite.  Aproximadamente 175 personas se encontraban en la plataforma en el momento del accidente, siendo evacuados antes que desapareciera.  La gran obra ingeniera, propiedad de PETROBRAS, falló y se hundió debido a errores de diseño. Se concibieron depósitos de combustible en los pilotes de sustentación. Al explotar uno de estos se desencadenó, como reacción, una secuencia de errores humanos, que finalmente condujeron a la pérdida irreversible de una obra gigantesca que no merecía ese final y solo alcanzó a producir utilidades durante un año.  

Con lo expuesto no se agota el tema ni mucho menos, pero se deja ver con transparencia que el proyectista, el  ingeniero, el investigador, el mantenedor, el prevencionista, además de su misión técnica o científica tienen una elevada responsabilidad social. Y es precisamente en nombre de ella por lo que se debe ser amigo de las fechas, de los cumplimientos, del compromiso, pero mucho más de la  verdad científica y del rigor profesional. El mantenedor resulta una pieza clave por estar justo en la primera línea de combate frente a la ocurrencia de averías catastróficas y, sobre todo, para evitar su ocurrencia.  

El hombre de mantenimiento tiene sobre sí una pesada responsabilidad al tener que responder no sólo por la explotación sostenible de las instalaciones, sino también por la seguridad. La valoración de los riesgos, los planes de contingencia y la innovación no les son ajenos.  Por tal razón se precisa, hoy más que nunca, convertir el conocimiento en tecnología. Y la tecnología en resultado tangible de calidad.  Mantener es conservar. Salvaguardar las instalaciones, el ambiente y al propio hombre. La dimensión del concepto se ha extendido.  Y con esto las exigencias.  

La serie de ejemplos descrita revela que las catástrofes no fueron tan inesperadas ni tan inevitables como parecían. Ejemplos nefastos de gran impacto siguen ocurriendo. Tal es el caso de La catástrofe ecológica provocada por el hundimiento del petrolero Prestige en las costas de Galicia, ocurrida en noviembre del 2002. Semejantes acontecimientos no pueden apreciarse como hechos aislados, independientes de sus autores. En todos los casos, encaja perfectamente la sentencia del filósofo  que alude a que “el hombre es la medida de todas las cosas” o, al menos, de las cosas que hace, de las buenas y de las malas. 

 

REIVINDICACIÓN DE LA SEGURIDAD OCUPACIONAL

REIVINDICACIÓN DE LA SEGURIDAD OCUPACIONAL

Por Luis Felipe Sexto

 Ejemplos sobran de cómo ante una situación crítica aparece el dinero para suplir correctivamente una deficiencia, cuando se hubiera necesitado sólo un porciento de ese dinero de haberse actuado de manera preventiva. Escasez de recursos y dinero: argumento o pretexto que explica, más no justifica, los vacíos en la seguridad ocupacional.  Por ejemplo,  en una misma entidad se detectaron más de 70 violaciones de seguridad y las causas, en su mayoría, no requerían inversiones para ser conjuradas. Personalmente, he podido constatar en varias empresas innumerables peligros sin atención, resultado preferido de la desidia.  Un poco más de 300 000 personas trabajan en las empresas de Ciudad de La Habana donde se corren mayores riesgos laborales y donde 17 personas perdieron la vida y 1285 resultaron lesionadas  por accidentes de trabajo, sólo durante el primer semestre del 2002, por citar un ejemplo. Lo más alarmante es que, comparativamente, desde hace seis años la curva de gravedad no experimenta  un descenso.  “Violaron lo establecido”, “descuidaron la seguridad”, aluden, generalmente, los responsables de seguridad ante accidentes fatales e innecesarios. Tal planteamiento conduce subliminalmente a pensar que las víctimas son las culpables, casi por completo, de su desgracia. Entrevistas con grupos de trabajadores de empresas industriales reflejan, que no pocas veces, ante la pregunta de qué hacen los responsables de seguridad en el trabajo antes y después de un siniestro, la respuesta consensuada deja mucho que desear: Antes, “cobrar el salario”; después, “asegurarse de quedar limpios de culpa”.  Este enfoque parcializado y excedido, claramente, no puede interpretarse al pie de la letra, porque justamente la verdad no se encuentra en los extremos, pero ¡cuidado! Algo no está bien. Los hechos lamentables y sostenidos resultan penosas  e inadmisibles señales objetivas. Todo trabajador debe conocer conscientemente  si en su área de trabajo están presentes los diferentes riesgos: Contacto eléctrico, contacto con materiales peligrosos, cambios de nivel, daño auditivo, quemaduras por altas temperaturas, contacto con partes móviles de las máquinas,  peligro de incendio, etc.; y también cumplir con las medidas de seguridad que van más allá del uso de los medios de protección y un curso introductorio de protección e higiene del trabajo.  Todas las entidades deben declarar públicamente, y hacer cumplir con celoso rigor, su política  de seguridad ocupacional como reflejo de cultura técnica,  respeto y responsabilidad social. Se precisa de la existencia, o el rescate, de la disciplina laboral, la formación adecuada para desempeñar las funciones de determinado puesto de trabajo y una estructura empresarial que se oriente eficazmente hacia la calidad, que es decir también competencia, supervivencia empresarial, seguridad y protección al medio ambiente. Sólo entonces, el mayor porciento de culpa en la accidentalidad podrá imputarse al personal imprudente. Las infracciones de la seguridad deben ser penalizadas. Pero lo importante no es hallar un culpable, sino evitar los accidentes. Si un trabajador puede violar las medidas de seguridad conciente o inconscientemente, sin ser requerido,  es porque, a todas luces, no se encuentra dentro de un sistema de seguridad ocupacional eficaz y orientado hacia la prevención. Por la alta sensibilidad, costo social y material  de esta problemática  se hace indispensable enfocar esta desviación como una urgente oportunidad de mejora y no manipular la observación crítica, como  pretexto de agravio y defender con ese subterfugio a los verdaderos responsables.