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LA DAMA DE HIERRO

LA DAMA DE HIERRO

Por Luis Felipe Sexto  

“Los vientos se echan sobre la torre, como para derribar a los que la desafían, y huyen por el espacio azul, vencidos y despedazados.” José Martí, 1889 

Más allá de los 300 metros de altura sobre el mundo, se empina el símbolo de Francia. Una forma de acero única que hasta la construcción del Empire State, fue la edificación más alta del universo. Una masa de 10 000 toneladas se impone en la tierra para dar cobijo a poco más de seis millones de visitantes al año. Es precisamente el lugar donde su promotor, Alexandre Gustave Eiffel, abrió una oficina para controlar personalmente el flujo y los ingresos provenientes de los entusiastas  que desde finales del siglo XIX  sentíanse atraídos por esta obra clasificada de rompeparadigmas. La torre fue edificada para celebrar el centenario de la Revolución Francesa y como parte de la gran Exposición Universal de París que con ese propósito se organizó en 1889.  Los estudios de proyecto se habían iniciado cinco años antes, por los ingenieros Maurice Koechlin, Emile Nouguier y el arquitecto Stephen Sauvestre,  con  el apoyo decisivo del ya célebre ingeniero Gustave Eiffel y su compañía. El trabajo de construcción se llevó a cabo en dos años, dos meses y cinco días.  El Sena aumentó su caudal con el sudor de  los 121 obreros que ensamblaron las 18 000 piezas que conformaban al “más alto y atrevido de los monumentos humanos” del XIX. Se utilizaron más de dos millones de remaches del mismo tipo que los empleados para la fabricación de calderas y locomotoras.La Dama de Hierro, como se le llama cariñosamente, se mantiene abierta todos los días del año. Especialmente los martes, día  en que el resto de los museos no abren, resultan muy intensos para el personal que atiende a los turistas. De los miles de enamorados, solo 34 son los elegidos para mantenerla y les está permitido registrar hasta  en los sitios más intrincados e íntimos. Personas sencillas y temerarias, gente de mantenimiento que día a día revisan y aseguran la disponibilidad de todos los sistemas. Entre el personal técnico, encontramos electricistas, mecánicos, plomeros, pintores, cerrajeros, carpinteros y operadores de las computadoras y los autómatas. Además, sirven a la distinguida Dama el personal administrativo, los guardias de seguridad, vendedores, cocineros y otros empleados. La torre gasta 7 500 MW-h de electricidad al año, de los cuales 705 se consumen en climatización y 580 en luminarias. Cuenta con 18 transformadores,  tres plantas de emergencia y una red de 80 kilómetros de cables eléctricos.  Más de 10 000 lámparas de 100 modelos diferentes la iluminan. Los mantenedores, mochila a la espalda, necesitan de la habilidad de un alpinista para sustituir las bombillas fundidas y dar mantenimiento a las redes. Tres ascensores transportan a los visitantes hasta el segundo piso. Otros cuatro aseguran el movimiento desde el segundo nivel  hasta la cima. Y uno está exclusivamente reservado para los que visiten el restaurante Julio Verne. Otis Elevator Company se ha encargado de modernizar y mantener los equipos de ascensores de la Torre. Tarea harto difícil ya que todavía coexisten los originales hidráulicos, de más de 100 años,  junto a los modernos que han requerido ser integrados. Estos equipos, sus cabinas, sistemas eléctricos y control computarizado, son objeto de inspecciones y labores diarias y rutinarias de mantenimiento. ¿Y cómo ha logrado burlar el tiempo esta obra majestuosa? Es que ha evolucionado con la vida. Ha sufrido el reforzamiento de varios miembros de la estructura original, que alguna vez por varias razones se debilitaron o colapsaron. Seis veces ha cambiado de color. Ha sufrido transformaciones radicales en los efectos de iluminación. También la construcción de varios pabellones y restaurantes, tiendas, cuartos de servicio, cuartos de máquinas, nuevos elevadores… Desde el punto de vista de la seguridad muchos ojos la vigilan día y noche. Esta protegida con un sistema contra incendios que cuenta con más de 500 sensores, rociadores, tomas de agua y 200 extintores distribuidos convenientemente. La torre necesita cubrirse cada 5 años para mantener su salud. Para ello requiere, nada menos que… ¡50 toneladas de pintura! También es burócrata y muy organizada: demanda dos toneladas de papel anualmente para emitir los boletos de entrada en su interior. A veces le da por bailar. Si, alegre y caprichosa a pesar de su rigidez, se mueve al compás de la música y la invitación del viento. Es capaz de oscilar rítmicamente con una amplitud de seis a siete centímetros. Otras veces quiere ser más grande y se estira unos 18 centímetros cuando el calor dilata su estructura. Aunque, no se puede quejar, ha crecido casi 12 metros en 111 años gracias a  una antena que la eleva 324 metros más cerca del cielo. Ah, ¡que Dama admirada!  Hermosa, alta, de talle fino y anchas caderas.  

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